miércoles, 5 de septiembre de 2012

¿Lectores lúdicos en prepa?




Como profesor de literatura en bachiller me preocupa mucho la aversión a la lectura que viven mis estudiantes. Para ellos la lectura es sinónimo de castigo, trabajo, dolor de cabeza… o resultado de una imposición. No hay para ellos en esta actividad ni un chispazo lúdico. 

Cuando les pregunto qué han leído para tener esa visión, me dicen que en la secundaria los obligaron a leer el Quijote, la Divina Comedia y algún clásico griego. No cabe duda que estos textos son obras imprescindibles dentro de la literatura universal, son obras hermosísimas y completas donde los autores han tenido el cuidado que merece toda obra literaria que trasciende a su época equilibrando el contenido y la forma al extremo.

Pero también es verdad que tales obras maestras no son para un público sin un hábito de lectura ya estructurado. Siempre he dicho que el hábito de lectura es como el deporte o como ir al gimnasio. No inicias el primer día con una rutina de dos horas de ejercicio pesado, sino que vas agarrando ritmo y condición. Es un hábito gradual en tiempo y en intensidad. 

En la educación primaria es poco común encontrar a un niño o niña que no guste de las lecturas en clase, de los cuentos que les lee la maestra o el profe, de los cantos, juegos de palabras, adivinanzas, trabalenguas, mitos indígenas y hasta fragmentos de El Principito. Pero luego qué pasa. Llegan a la secundaria y se encuentran con textos escritos entre quinientos y mil años antes de su realidad, teniendo como obstáculo inicial el lenguaje, los conceptos éticos y filosóficos (que rara vez el maestro conoce, entiende  o explica).

¿Qué hago como profesor para encaminar de nuevo al estudiante en el gozo de la lectura? Regreso a los cuentos cortos, aforismos, a temas que les interesan, temas que entienden y viven, regreso a la historieta, la novela gráfica, a la literatura juvenil, al cine. Los invito a construir una opinión personal de lo que leen y a no esperar que el maestro les dé el texto ya digerido, regurgitado, porque de ahí viene la idea de “para qué leo si el profe lo explica todo y lo que yo digo está mal”.  Les enseño que el profesor no tiene la verdad absoluta, que la literatura no es una ciencia, es un arte, y por lo tanto aquí no siempre dos más dos es cuatro. 

Para crear lectores que a mediano o largo plazo se interesen y disfruten a Cervantes, Quevedo, Shakespeare, Dante, Homero, Sófocles y Virgilio, debemos dar al estudiante herramientas para enfrentarse a una lectura, darle las reglas del juego (ayudarlos a identificar y clasificar elementos como narrrador, personajes y tiempo/espacio), pero también debemos ofrecerles la oportunidad de elegir su juego, su lectura, de disfrutarla y de forjarse una opinión propia defendida con sus propios argumentos. 

Esta es a grandes rasgos mi receta para crear lectores lúdicos en la escuela… claro, con una sazón diferente y adaptable a cada estudiante, a cada grupo o generación. A final de cuentas no hay una receta fija y estática, ésta debe evolucionar porque crear lectores lúdicos es como hacer cocina de autor. Cada quien le pone de su cosecha.

Luis Ángel Orozco Vázquez

Profesor de literatura y humanidades a nivel bachillerato, promotor de la lectura en el proyecto nacional "Salas de Lectura" y escritor. 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón. Me parece una excelente estrategia para sembrar el aprecio y el gusto por la lectura.